viernes, 10 de abril de 2009

Viernes Santo

Yo no soy creyente, al menos de ir a misa, pero si me gusta el Viernes Santo seguir una tradición que hacía con mi madre y ésta con la suya y me imagino que aquella con la propia, puesto que a mi abuela sólo la tuve durante cinco años. La cuestión es que susodicha tradición era ir a “seguir monumentos”, esto es, ir a visitar entre cinco (la versión más corta) y siete iglesias rememorando las caídas de Jesucristo al llevar la cruz camino al monte Gólgota. Tras salir muy de mañana, como a las siete o algo así, empezábamos nuestro periplo por los templos antiguos de la ciudad; la catedral, Santa María del Mar, la Iglesia del Pi, etc. En esas visitas mi madre --yo era pequeño y no entendía por entonces muy bien el significado--, oraba y contemplaba los monumentos, que muchos de ellos saldrían posteriormente en procesión, durante un rato (que a mí, se me hacía eterno y aburrido) y tras eso nos dirigíamos a otra iglesia. Una vez se había terminado el deambular de iglesia en iglesia desayunábamos en la calle Petritxol, famosa por sus granjas en las que sirven unos suizos acompañados de ensaimadas espectaculares. Para mí, obviamente, era lo mejor de la salida. Pero de todas formas aquellas visitas iban creando una mella en mí, y no era la mella beata y rezandera precisamente, sino la del interés por la historia, el arte y arquitectura de mi ciudad, principalmente la medieval. Así que hoy día, el que la historia sea mi medio natural se lo debo en parte a aquellos Viernes Santos de mi infancia.

Hoy ya de adulto, muchas veces por Semana Santa me quedo en la ciudad e intento hacer un recorrido como el que hacía con mi madre, más recordando los tiempos que salía con ella que por mera devoción. Además el hecho de contemplar una tradición secular y pasear por unas calles cargadas de historia y visitar los templos, llenos también de historia y miles de detalles, tanto devocionales, históricos o personales, me hace sentir bien conmigo mismo. Pero el mundo avanza y es irrefrenable y lo que antaño era recogimiento hoy día es jolgorio y fiesta; vacaciones y playa. Todo menos introspección y respeto a la tradición y a las creencias de los demás. Quizá os preguntéis a que viene toda esta disertación. Bien, pues viene a que hoy, Viernes Santo, he ido a seguir la tradición de cada año, ¿y qué me he encontrado? Pues, que la ciudad está tomada por turistas. Lo que antaño era ver a personas con la actitud humilde y oferente, hoy es ver a gente risueña y a manadas de turistas ruidosos que sólo vienen a tomar una instantánea de la bonita iglesia y nada más. La Semana Santa se ha convertido en un periodo de vacaciones, un adelanto de las vacaciones estivales. Yo no tengo nada en contra a que sea así, mas al contrario, las Semanas Santas de tiempo atrás eran muy grises y depresivas, mejor cambiar un poco y aliviar con colores de fiesta una sensación de ahogo. Es más, parece que en Europa el cristianismo y la religión en general (quitando la del dinero y el cuerpo perfecto, claro está) están en horas bajas, por lo tanto sería necio ir en contra de lo que cada vez está cambiando con mayor fuerza. Antes la gente no salía de sus casas, se quedaban viendo las películas de romanos o sobre la vida de Jesús, tras lo cual se tragaban la procesión y el Sermón de las Siete Palabras, pronunciado por el Papa desde Roma. Hoy la gente no para en sus casas, se va a la playa si hace bueno y salen de almuerzo o de cena y todo ha perdido ya su verdadero significado religioso. Pero una cosa es salir de vacaciones y obviar el tema religioso de estos días y otra muy distinta es no respetar a quienes quieren seguir con su tradición. Me explicaré.

Entré hoy en la catedral para ver como estaba organizado el monumento del Cristo de Lepanto. Había una cola inmensa para acceder al claustro, que es donde estaba dicho monumento. Había un sacerdote que estaba celebrando una ceremonia (no era una misa, ya que tal día como hoy no se celebran misas, era otro tipo de liturgia.) y una inmensidad de gente, la mayoría turistas. También había muchos fieles que estaban celebrando el día de hoy con especial sentimiento. Muchos turistas paseaban y cuchicheaban, mientras otros hablaban alto y sacaban fotos. La gran mayoría eran de origen europeo; italianos, franceses, ingleses, etc. Pero también los había en buen número de japoneses. Estos últimos debían ser varios tours turísticos y habían entrado en grupos numerosos, lanzando flashes a diestro y siniestro. Se fueron dirigiendo hacia el presbiterio mientras a mí me entró una repentina rabia al ver la falta de respeto hacia nuestra religión. No me pareció correcto que, estando en una liturgia, en un día tan sagrado para los fieles cristianos, y donde además hay algunos carteles de no fotografiar, aquellas gentes de otros credos lo tomaran tan a la ligera y como si de un espectáculo se tratara sacaran fotos, no sólo a las imágenes, sino a los que allí estaban rezando. Me pareció un acto de irrespetuosidad tal que no pude contenerme y a una chica japonesa, separada del grupo, que iba a sacar una foto de la Virgen le dije educadamente:

--- Sorry, that is forbidden. (Lo siento, eso está prohibido)

Ella, tras soltar un Sorry, puso cara de haber sido pillada en una travesura y se apresuró a esconder su cámara retirándose y mirándome de reojo. Me imagino que tras alejarme de ella, tomaría su foto.

Bien, no es que yo sea un intransigente o un retrógrado ni mucho menos discrimino a nada ni a nadie. Simplemente sentí rabia por ver que gente de otros credos se toma la religión cristiana como un espectáculo por el mero hecho de estar de vacaciones y no respeta un acto íntimo como es la introspección. Quizá mi pensamiento y mi acto fueron desproporcionados, quien sabe, pero en aquel momento sentí que hice lo que debía, y era intentar mantener un poco el respeto hacia nuestras costumbres y credos. Imaginémonos nosotros en un viaje a China, Japón o algún país árabe en el día más sagrado de su religión, cuando están en sus clímax de devoción y, de repente, entra un grupo de europeos hablando fuerte y sacando miles de fotos con flashes. ¿Creen que no nos llamarían la atención? Creo que hay momentos para hacer turismo y momentos en que se puede evitar, al menos durante un día tan señalado, hacer fotos. Las autoridades eclesiásticas, al igual que no permiten entrar a nadie con pantalones cortos o con los hombros descubiertos, deberían también restringir más severamente la toma de fotos y las visitas durante las celebraciones.

El respeto es algo que todos debemos aprender y si otros nos lo piden a nosotros, nosotros también estamos en nuestro deber de exigírselo a los demás. ¿No creen?

Propicios Días.

Gilgamesh.

2 comentarios:

Connie dijo...

Albert
Tienes toda la razón, comparto contigo ese sentimiento y pienso que deberían ser mas estrictos con la actitud de los turistas dentro de la iglesia y con mayor razón si se está en alguna celebración. Imaginate yo que si soy creyente y voy a la iglesia realmente para encontrarme con el Señor las rabias que paso...

Un Saludo
Connie

Inma dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, yo soy creyente y cuando estoy en la iglesia me repatea el estómago que alguien sea turista o no no se comporte como es debido. Respeto totalmente a quien no cree, por eso creo que es justo es ese respeto sea recíproco para los que si creemos. Para ellos son estatuas o figuras, para mi son algo mas.

Un saludo:

Inma