domingo, 6 de diciembre de 2009

Los Evangelios del Diablo



Husmeando en mi biblioteca me he tropezado con un delicioso volumen titulado Los Evangelios del Diablo. Hace años que devoré esta joya del folklore popular y que en su momento me hizo reflexionar mucho sobre el carácter del mal y la figura del Maligno en el ambiente rústico.
En el libro no se trata de nada diabólico, aunque el personaje central sea el diablo en todas sus versiones. Se trata de una selección de relatos de la monumental obra de Claude Seignolle sobre las distintas formas de ver el diablo en Francia a través de los tiempos.
La obra está dividida en cuatro grupos llamados braseros, haciendo clara alusión a los cuatro evangelios sagrados y en ellos se recogen todos los relatos, mitos, historias y cuentos en los que el diablo es el protagonista en sus mil y una formas. Desde el más maléfico y perturbador, hasta el diablo más ingenuo.
Las formas en que se presentan las historias son muy irregulares y podemos encontrárnoslas a manera de proverbios, dichos, relatos moralizadores, cuentos etc. donde los sentimientos más puramente humanos, como el odio, o los celos entre otros, ahondan en una psicología apegada a las tradiciones paganas, nunca del todo superadas y muy enraizadas con la dualidad maniqueísta del cristianismo. Todo ello acrisolado en un entorno, el rural, donde la figura del Maligno y sus formas de aparición han dejado una huella indeleble en la cultura llana.
La atemporalidad de los relatos hace que estos sean valederos para cualquier situación en la versión de historia con moraleja, que al mismo tiempo se convierte en un delicioso cuento y que hoy día nos parece infantil, pero que encierra una manera de ver aquella dualidad en que una decisión siempre puede ser tomada desde diferentes puntos de vista, pero que se aconseja se tome de la mejor manera.
Resumiendo, el trabajo de este discípulo de Van Gennep, que comenzó a fraguar su obra en 1934, es un pequeño tesoro etnológico y folklórico que debería estar mucho más ponderado.
Su aparición en nuestras librerías fue en el lejano 1990, así que sería bueno una reedición completa esta vez de la obra de este excepcional autor.
Me gustaría transcribir algunos de esos relatos recogidos por Seignolle para que se puedan disfrutar de una “maléfica” y deliciosa lectura de una visión, en algunos casos no superada, del Señor de los Infiernos.
Los textos están extraídos de la obra publicada en 1990 por la editorial Crítica y su original en francés fue publicado en 1964.
He aquí algunas muestras:

Cuando el Diablo se Transforma en Cordero
Hace ya mucho tiempo, sucedía a veces que uno se encontraba un cordero negro apresado entre las zarzas. Sí le quitabas las zarzas de un lado, se enganchaba por el otro. Sí, tras ímprobos esfuerzos, lograbas soltarlo y querías hacerlo andar, no se aguantaba más que sobre dos patas y caía a cada paso. Te lo podías echar entonces al hombro y llevártelo a casa, pero, una vez allí, el cordero desaparecía no sin antes haberse burlado de ti.
--- ¡ Ja, Ja ...! ¡ Me has dado un buen paseo!
Una nueva jugarreta del diablo.


La Caja de los Diablillos
En una ocasión, un noble de la región de Lanouaille encargó a uno de sus sirvientes que le trajera ( no se nos dice de dónde) una cierta caja, recomendándole sobre todo que no la abriera.
El criado partió a caballo, recogió la caja misteriosa, la sujetó firmemente a su silla y regresó.
Pero llegado a Rezonsac, su curiosidad fue más fuerte que él. Detuvo su caballo y entreabrió la caja a fin de enterarse de lo que había en su interior. En mala hora lo hiciera, pues al punto escaparon de ella una multitud de diablillos que se pusieron a trepar por su cuerpo, derribándolo bajo su peso.
---- ¿Qué quieres que hagamos? ¿Qué quieres que hagamos? ---- gritaban, asfixiándole casi bajo su creciente número.
El criado vio su salvación en ordenarles que empedraran la calzada.
Inmediatamente los diablillos corrieron al río, cogieron piedras de su lecho y lanzándolas con todas sus fuerzas comenzaron a empedrar el camino de Rezonsac.
Como os podéis imaginar, nuestro pobre y curioso criado aprovechó la ocasión para huir a galope tendido. Pero, ¡Ay! Los diablillos trabajaban tan deprisa que no tardaron en alcanzar a caballo y jinete, de modo que a punto estuvo éste de morir lapidado.
Afortunadamente, el noble había visto volar las piedras desde lejos. Se apresuró a ir a Quatre-Routes de Bord al encuentro de su criado y allí, con u gesto, hizo entrar a todos los diablillos en su caja.
Pero ya el camino entre Rezonsac y Quatre-Routes de Bord había quedado sólidamente empedrado, tal como existe todavía en la actualidad.


Estiércol de Cura
Antiguamente, en el Franco Condado, los sacerdotes tenían un buen medio para disuadir al diablo de sus intenciones de hacer caer granizo. En el transcurso de la procesión de rogativas mandaban recoger guijarros redondos sobre los que se pegaban pequeñas cruces de cera. Estas piedras eran luego arrojadas por los campos. De forma un tanto irreverente se les llamaba “ estiércol de cura”.

Un Diablo Agradecido
En los alrededores de Grenoble, para hacer cesar la lluvia, se vertía una botella de aceite en un arroyo que se dirigiera al mar; el aceite no solamente iba al mar, sino también al infierno y servía para calmar por un instante las quemaduras del diablo que, en agradecimiento, hacía que el tiempo mejorara.

El Diablo es Mal Obrero
Debo hacer aquí un inciso para revelar que malas lenguas pretenden que el diablo es un obrero mediocre.
Un día, queriendo aprender un oficio, se dignó a seguir los consejos de un maestro albañil a fin de adquirir los conocimientos del oficio.
Pero el Maligno se mostraba más inocente que cualquier aprendiz. Cuando se le pedía el mortero, lo ponía en pequeños montones y lo ataba con una cuerda para transportarlo... Cuando hacía falta agua, la echaba en un canasto... Cuando se necesitaban ladrillos, los metía en un saco de papel... Cuando se levantaba un andamio, se quedaba allí aguantándolo todo el día con los brazos en lugar de colocar un madero.
De modo que todos hacían malvadas observaciones tales como: “ Se consiente demasiado al diablo” o “ un niño es más fuerte que él”
Tanto le mortificaron en aquella ocasión que salió huyendo y todavía debe estar corriendo.

El Perro Blanco
Una noche, cuando volvía a su casa tras haber estado bebiendo más de la cuenta, un hombre se encontró con un enorme perro blanco, que tumbado en el camino le cortaba el paso.
Le propinó unos violentos puntapiés con objeto de espantarlo y allí lo dejó tendido y rígido.
Llegó a su casa y ¿ qué diréis que oyó al andar por la habitación?... ¿Qué sintió trepar a su lecho y deslizarse entre las sábanas?... Otra vez el perro blanco, que lo apretó con fuerza entre sus patas.
Imaginaos la sorpresa de su mujer cuando al día siguiente por la mañana encontró a su marido arrebujado entre los brazos velludos de un gran diablo negro que lo había estrangulado...
El cura, al que se avisó con toda urgencia, tuvo considerables dificultades para expulsar al indeseable que parecía encontrarse muy a gusto en aquella cama.

La Yegua del Diablo
Un joven volvía por la noche de las fiestas de Thiviers cuando fue alcanzado en el camino por un hombre a caballo al que no había oído acercarse.
El desconocido le ofreció llevarle a la grupa de su montura, una hermosa y fogosa yegua. El muchacho, fatigado, aceptó el ofrecimiento y montó a horcajadas detrás del jinete.
El caballero no parecía charlatán y a menudo se detenía a escuchar. En un momento determinado, se oyó a un perro que ladraba como si lo estuvieran matando. El hombre hizo galopar a su yegua en esa dirección y llegaron a una casa aislada en la que se encontraba el perro; el jinete saltó a tierra y confió su montura al joven.
---- Me están llamando, espérame----- dijo y cuida de que no se escape el caballo.
Cuándo el hombre entró en la casa, la yegua comenzó a suspirar y, de repente, se lamento... ¡ Con voz de mujer!
---- A uno puedo llevar, pero los dos pesáis demasiado para mí.
Desconcertado, el joven saltó a tierra y creyendo que su imaginación le jugaba una mala pasada, se dirigió al animal dudando de sí mismo:
---- Vaya, vaya, hermosa yegua, he debido volverme loco... me ha parecido oírte hablar...
---- No ---- replicó la yegua----, has oído bien... Es una muchacha de Nontron que se vendió al diablo quien te ha conducido hasta aquí... ´Si no me crees, mira mis pezuñas.
El joven miró y vio que la yegua tenía unos hermosos pies de jovencita.
---- En tu lugar ---- añadió----, yo no me quedaría aquí. Precisamente el diablo tiene necesidad de un caballo fuerte para sacar estiércol de sus cuadras...
El joven huyó y, según últimas noticias, todavía sigue corriendo.

El Diablo Burlado por Bertrand
El diablo apostó con Bretrand una medida de luises de oro a ver quien era el primero en mostrar al otro un animal desconocido. Betrand estrechó la mano del diablo y cada cual partió por su lado en busca de algún fenómeno de la naturaleza.
Como se sabe, el diablo no se anda con escrúpulos, así que se apropió del primer chivo que encontró en su camino y, con ayuda de unos trapos, lo disfrazó de monstruo.
Pero no había contado con la indisciplina del animal y, al llevarle al lugar de la cita, se vio obligado a gritarle: “ Chivo, por aquí... chivo, por allá”. De modo que, desde lejos, fue oído por Bertrand.
--- ¿A que no sabes qué animal es este? --- le preguntó el diablo.
--- ¡Claro que sí! Es un chivo.
Por su parte, Bertrand no conseguía encontrar un animal desconocido que no pudiera ser adivinado por el diablo. De repente, se le ocurrió una idea. Hizo desnudarse a su mujer, la untó de miel de la cabeza a los pies, la hizo rodar sobre un montón de plumas y, para completar el conjunto, le colocó un ronzal y la llevó a cuatro patas a presencia del diablo.
Éste quedó perplejo, estrujándose vanamente el cerebro...
---- Sin duda es un ave --- dijo al fin---, una hermosa ave... ¿Pero, cuál? A decir verdad, jamás había visto un ave semejante, con una cola tan verde en esta estación...
Y, malhumorado por haber perdido la apuesta, se fue a toda prisa mientras Bernard contaba los luises de oro, sentado en la espalda de su mujer, que seguía a cuatro patas sin atreverse a hacer ningún movimiento y apretando bien el trasero por miedo a que se le escapara el puerro.

El Diablo y su Sirviente
Hace muchísimo tiempo, el diablo descendió sobre la tierra para jugar malas pasadas a las buenas gentes. Habitaba una gran propiedad y tenía un sirviente un poco tunante del que quería librarse. Un día le dijo:
---- Quiero que hagas entrar los bueyes que me pertenecen en el campo que se encuentra junto al castillo, pero sin abrir la puerta del cercado... Si mi orden no ha sido ejecutada a la puesta del sol, serás colgado...
--- ¿Puedo hacerlo de cualquier forma? ---- preguntó el servidor.
--- Como quieras.
Se comprenderá la inmensidad de la tarea en cuestión si se repara en que el rebaño era enorme y el cercado mínimo.
El empleado condujo los bueyes junto al cercado que estaba rodeado por una empalizada de cinco pies de altura y dio muerte a los animales, a los que cortó en pedazos, arrojando éstos por encima de la cerca.
----- El trabajo está hecho ---- dijo al diablo ----, Tus bueyes están dentro del cercado.

Hasta aquí unos cuantos de los cuentos e historias que sobre el diablo recopiló Claude Seignolle por los campos de Francia a principios del siglo XX, espero que las hayan disfrutado.
Propicios Días.
Gilgamesh.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente tu reseña, muy interesante. Voy a ver si lo consigo. Gracias y saludos!!

Gilgamesh dijo...

Muchas gracias a ti por leerme, anónimo. Me alegra que al menos el post te haya servido para despertar tu interés en esta fantástica obra.
Un saludo