El día 22 de septiembre se cumplen 19 años de la muerte de uno de los más pintorescos y geniales cantantes del pop español de los ochenta. Él mismo se autocalficó con una etiqueta negra que para su desgracia se cumplió en sus más funestas consecuen
cias. Me estoy refiriendo, como no, a José Celestino Casal, conocido artísticamente como Tino Casal.
Cuando pensé en escribir este post a modo de homenaje al cantante, lo más lógico que se me ocurrió fue documentarme con datos de su vida y pinceladas sobre sus discos. Pero no, la verdad es que prefiero hacerlo desde la óptica personal; desde mi propia visión de sus letras y canciones, del sentido que a estas les daba y de cómo lo percibía yo en mis momentos más necesitados de poner cierta banda sonora a mi vida.Sobre su vida, su arte y sus extravagancias hay muchas páginas en Internet, DVD’s e incluso un libro: Tino Casal. Más allá del Embrujo de Gonzalo Quintana, publicado por T&B Editores. Así que solo pondré lo básico de su biografía por si se da el extraño caso que haya alguien que, a estas alturas, aun no conozca al gran cantante asturiano.
Tino Casal nació en Tudela Veguin, Oviedo, en febrero de 1950. Sus comienzos con la música fueron tempranos, ya que con trece años comenzó a tocar con un grupo llamado los Zafiros Negros. Pero no sería hasta que, a finales de los sesenta se uniera al grupo de los Archiduques como cantante y desde allí despegara fulgurantemente debido a una voz llena de matices que después exprimiría al máximo en su carrera en solitario.
En la siguiente década participó en el festival de Benidorm con una canción pegadiza muy del estilo de aquellos festivales y época. La canción se llamaba Emborráchate y con ella quedó en un muy honroso segundo lugar.
Tras un pequeño lapso dedicado a la pintura y a la producción musical, (produjo a Goma de Mascar, Obús y Vídeo) acude de nuevo al panorama musical pero esta vez en solitario y rompiendo todos los esquemas musicales que había cultivado hasta el momento. Tanto su look como sus canciones causaron una impresión extraña en el público de la época, estamos hablando de l980, un año en que los aspectos más estrafalarios de los Punk, los New Romantics y de demás tribus urbanas de los ochenta aun no habían invadido las calles de nuestras ciudades de forma masiva.
En su primer trabajo, Neocasal, no puede evitar demostrar su admiración por David Bowie, tanto en su aspecto como en su música, ya que de Bowie versiona Life on Mars? Su sencillo, Champú de Huevo, alcanzó las primeras cotas de las listas de aquel año y el segundo, Billy Boy, bastante roquero, también alcanzó buenos puestos.
Pero no será hasta su segundo trabajo, Etiqueta Negra, en el que despegaría y crearía su propio icono musical que lo identificaría con la extravagancia más vanguardista del pop del momento. De ese trabajo es su mayor éxito Embrujada, todo un símbolo del Casal más provocativo. Allí su look es más discreto, pero sus letras lanzadas con más énfasis y una música más tecno y más rítmica, es lo que le dará el reconocimiento definitivo del público y llevará su canción Embrujada a las primeras posiciones de las listas, no sólo españolas, sino del difícil mercado inglés, con su versión en el idioma de aquel país. Fueron también muy escuchadas sus canciones Áfrican Chic, o Póker Para un Perdedor y Tigre Bengalí.
Después vino su álbum Hielo Rojo, con éxitos como Pánico en el Edén, que fue banda sonora de la vuelta ciclista a España de aquel año
, Teatro en la Oscuridad o la que da nombre al álbum, Hielo Rojo.
Ese fue su último trabajo antes de que un esguince durante una actuación en la discoteca Pachá lo retuviera durante muchos meses en la cama y que lo postrara finalmente en una silla de ruedas por un tiempo. Desobedeciendo las indicaciones médicas, Tino Casal tras el accidente, siguió con sus actuaciones, pero automedicándose a base de antiinflamatorios y analgésicos para mitigar el dolor, con el resultado de una necrosis en la cabeza del fémur que casi se lo lleva a la tumba.
Tras ese horrible lapso de tiempo y cuando medianamente se restableció, a pesar de quedar con una leve cojera como secuela que le obligaría a llevar bastón, en 1987 publicó un nuevo álbum, Lágrimas de Cocodrilo, con el que consiguió un éxito impresionante que lo llegó a encumbrar en el número uno de la época, Eloise. Se trata de una espectacular versión orquestada de una canción de Barry Ryan de los años sesenta. Este éxito vio acompañado con otro sencillo del mismo álbum, que también fue un éxito: Oro Negro. En este disco podemos encontrar a un Casal aciago pero optimista en su futuro, un futuro que quedó marcado por su propia etiqueta negra.
En 1990 publicó su último álbum, Histeria, que creo que es su trabajo más personal y donde hay un par de canciones, Tal como soy y No Fuimos Héroes, que son versiones de Killing me softly with this song de Roberta Flack y Don’t you want me de The Human League, respectivamente. Pero el sencillo principal era el que daba nombre al álbum, Histeria.
Finalmente, un 22 de septiembre de 1991, viniendo, creo, de una previa presentación de un nuevo trabajo en una discoteca de Madrid, su coche se estrelló muriendo en el accidente. Tino iba en el puesto del copiloto y fue la única víctima mortal. Se cumplieron sus lóbregos presentimientos y su etiqueta negra hizo honor a su desTino Casual.
Hasta aquí una sucinta semblanza del trabajo de este gran y original artista, pero ahora quisiera comentar como lo veía yo.
La primera vez que lo vi y lo escuché fue en un programa, muy lejano en el tiempo ya, llamado Aplauso. Salió para cantar el que sería su éxito de aquel entonces, Champú de Huevo, era el año 1980. Me dio una impresión muy extraña y no me atrajo para nada ni su música y ni su look. Me pareció un ser totalmente extravagante y fuera de lugar. En resumidas cuentas, un bicho raro. Definitivamente, en aquel momento, no me gustó. También he de decir en mi descargo que yo era un crío de trece o catorce años y que a lo que yo estaba empezando a acostumbrarme era a la música disco y el funky, representados
principalmente por grupos de color de Estados Unidos e Inglaterra. Lo más tecno y raro que había escuchado y que sonaba por aquella época eran The Buggles y su Video Killed The Radio Star.
Pero fui creciendo y mi gusto musical fue derivando hacia el Techno-Pop y la música New Wave, con grupos como Depeche Mode, ABC y otros por el estilo. En aquellos momentos –1983-- Casal triunfaba con su Embrujada y, aunque era una música pegadiza, muy bailable y con sonido tecno, nunca acabó de merecerme mayor atención que otros grupos. Era la canción que sonaba en aquellos momentos y sonaba bien, me gustaba, pero nada más.
Su éxito Pánico en el Edén me llegó como sintonía de la Vuelta Ciclista a España, aquellas sintonías que tantos éxitos cosecharon y que eran un clásico de la época. No tuvo mayores consecuencias para mí, pues en mi estulticia adolescente no llegué a prestarle mayor atención a una canción que salía como fondo a un programa de televisión.
Hasta ahí llegó Tino Casal para mí. Él desapareció del panorama musical por culpa de su accidente y yo continué mi vida escuchando mis otros grupos favoritos. Pero llegó 1987, año en que Casal volvería a cruzarse en mi destino y al cual vería con otros ojos y desde entonces sería uno de mis cantantes favoritos, mejor dicho, mi cantante favorito.
Por ciertos motivos personales, que evidentemente obviaré, por aquella época yo andaba tonteando con las ciencias ocultas, la magia y otros temas afines mucho más terribles. Estaba pasando un momento de debilidad emocional y cayó en mis manos el álbum de Casal, Lágrimas de Cocodrilo. Este junto a Etiqueta Negra, son sus dos trabajos preferidos por mí. Pero a lo que iba, era el nuevo álbum de Casal tras la enfermedad que lo había tenido postrado tanto tiempo en la cama. Durante ese periodo, Tino había perdido a su novia de siempre, Lola, con la cual había mantenido una larga relación sentimental y ello quedaba reflejado en una de sus canciones, la mejor de todas para mí, Noche de Perros. En esa canción, Casal refleja su estado ante lo que le había tocado vivir. Expresaba su sentimiento frente a todo lo que le había ocurrido tras su enfermedad, viendo que el mundo era nuevo para él y que tras su prolongada ausencia por fin volvía a la normalidad, pero que todo le resultaba raro y más si ella no estaba su lado.
En aquella época, sentimentalmente yo estaba sólo y junto con la situación que estaba atravesando, aquella canción de Casal entró en mí como cuchillo caliente en mantequilla. Me identifiqué plenamente con esa situación nueva e hice de aquella música la banda sonora de mi propia vida en aquellos momentos. No paraba de escuchar aquel álbum día y noche, puesto que el resto del trabajo tenía mucho que ver con mis estados de ánimo, mi situación sentimental y el momento en que estaba
viviendo. Aunque la letra en sí se apartara realmente de lo que yo imaginaba de los títulos, una música que se me antojaba esotérica fluía de aquel vinilo y me transportaba a mi introspección de un modo épico a mi parecer. Títulos como Oro Negro, en el que Casal canta el amor gótico e imposible de un humano y una replicante de Blade Runner, me fascinaban y admiraba todo lo que podría hacer aquel humano para poder disfrutar del supuesto amor sintético que era una replicante sin pasado.
Otro título era Fantasmas. Aquella canción, recordemos que yo estaba en un momento delicado sentimentalmente, hacía volverme más introspectivo todavía, imaginándome como el protagonista de la misma historia que Casal cantaba, la de un tipo asediado por un fantasma, el fantasma de la soledad. Yo imaginaba las dos vertientes de la canción, una era la de la soledad en la que Casal se quejaba de su perdida sentimental y apostaba por superar ese estado con resignación y la otra en la que yo me imaginaba sólo en una casa, viviendo con fantasmas reales apareciéndoseme y molestándome la vida. Quizá suene hoy como una cursilería, pero la realidad, tengámoslo presente, era que en aquellas extrañas épocas de mi vida, lo esotérico, lo fantasmal, lo diabólico y lo misterioso envolvía casi todos mis actos cotidianos. Y como banda musical a todo ello, las letras de Tino Casal y su álbum Lágrimas de Cocodrilo. El resto de los sugestivos títulos eran: Santa Inquisición, La Piel del Diablo, Eloise, Lágrimas de Cocodrilo, Ángel Exterminador (aunque esta no estaba en el álbum) y Degeneración.
Si ese sólo álbum colmaba mis necesidades, ¿Cómo serían el resto de los álbumes? ¿Qué canciones y qué letras no podría encontrar en ellos? Recordaba títulos pasados de Tino como Embrujada, Miedo, Póker para un Perdedor, Teatro en la Oscuridad, etc. Me volví loco buscando todos los discos de ese extraño cantante que tanto conectaba conmigo. No me costó encontrar los más recientes, pero no así el primero, NeoCasal. Y no me defraudaron, desde mi punto de vista de aquel momento, claro. Allí pude encontrar canciones que hablaban de todo lo que a mí me interesaba en aquellos días críticos las letras eran puramente de magia diabólica, esoterismo y analogías del estilo. Es más, en una de sus canciones, Miedo, del álbum Etiqueta Negra, Tino Casal citaba parte de un hechizo o conjuro de un Grimorio de magia negra, el llamado El Gran Alberto, libro de fórmulas mágicas compuestas por el sabio medieval san Alberto Magno. Las estrofas en que citaba Casal las palabras del conjuro eran:
Yo te invoco Satanás
no me aburras más
Booz Adonai lux tenebroe
Estas últimas palabras eran con las que daba comienzo la susodicha fórmula mágica.
En los álbumes de Casal encontré todo tipo de canciones que se adaptaban a mi modo de pensar y sentir en aquellos días, canciones como: Muñecas, en la que un tipo que pasea sólo en la oscura ciudad es perseguido por una alucinante colección de muñecas asesinas, con cuchillos afilados. Teatro en la Oscuridad, en la que yo entendía las ocultas maniobras de una secta y, resumiendo, todo el trabajo de Casal me parecía indicado para cada momento y sentimiento d
e mi vida.
Por eso, un abatimiento brutal me envolvió cuando escuche la fatídica noticia del accidente y muerte de mi cantante favorito. Aunque yo no era ni soy mitómano, cuando me gusta el trabajo de alguien, como a todo el mundo le pasa, lo disfruto y cuando ves en perspectiva que aquel goce se terminó, eso duele. Sentí su muerte como ser humano, sí, pero también sentí la desaparición del artista, del aquel que parecía entenderme con sus canciones. Me conmovió tanto su desaparición que escribí una larga carta comentando su pérdida al Periódico de Catalunya, que curiosamente fue la única que fue publicada sobre el tema.
Hoy día, con la perspectiva del tiempo y con la “sensatez” que dan los años pasados, veo aquellas épocas como una niñería que afortunadamente pasó. Yo era muy joven y supongo que atravesaba un momento en el que la práctica totalidad de la juventud post adolescente ha de encontrarse en algún momento de su vida: el dolor sentimental y despecho reflejado en otros modos de pensar y vivir.
Pero eso lo que hace es darle mayor importancia para mí a un músico excelente que me acompañó en mis mejores o peores momentos, según lo mire. Le da más valor a aquellas canciones que, cuando las escucho de nuevo, me trasladan a aquella oscura habitación, sólo iluminada por una tenue luz amarilla, en la que fantasmas, espíritus, diablos, locos y demás esotéricos seres deambulaban por ella al son de los compases de la enigmática música del gran Tino Casal.
Valga pues este humilde post como homenaje al aniversario póstumo de uno de los mejores cantantes del pop español de los años ochenta, un artista en mayúsculas, que hizo estremecer a muchos al ocaso del sol y que supo conectar con los sentidos más íntimos de otros tantos. Todos mis respetos y entrañables recuerdos para ti, Tino Casal, donde quiera que estés. Ahora ya se cumplió el DesTino Casual. Espero que por fin, tu Etiqueta Negra haya desaparecido para siempre.
Propicios Días.
Gilgamesh
DISCOGRAFÍA
NEOCASAL, 1980-81 ETIQUETA NEGRA,
1983 HIELO ROJO, 1984 LÁGRIMAS DE COCODRILO, 1987 HISTERIA, 1990 VÍDEOS
EMBRUJADA
ELOISE
NOCHE DE PERROS