domingo, 3 de mayo de 2009

Una Extraña Historia

Déjenme que hoy les cuente una pequeña historia. Es una historia extraña, pero a la vez conmovedora. Donde he leído antes esta historia, la dan por verídica. Puede ser que haya algo de verdad en ella, pero no deja de ser un extraño hecho que relaciona un objeto con su dueño. Un barco viejo con su capitán de toda la vida. Un barco condenado a morir que no lo quiere hacer sin antes despedirse de su amo. Extraño, sí, pero emotivo. Y como diría un italiano, se non è vero, è bene trovato. Pasemos a ver esta extraña historia.

El capitán Martin Olsen fue uno de los primeros que a principios del siglo XX pescaron con red de arrastre en Puget Sound, en el Estado de Washington, al Noroeste de Estados Unidos. Era capitán del pesquero Sea Lion, con el cual pasó gran parte de su vida en la pesca del salmón; pero al final llegó el momento de retirarse. Pero el capitán Olsen estaba muy apegado a su navío y se negó a venderlo como chatarra para el desguace.
Lo encalló en los bancos de arena del Point Monroe, cerca de su casa, frente a Seattle, en Puget Sound. En los días en que el buen tiempo acompañaba, el buen capitán se dirigía al barco y sentado en su cubierta recordaba con añoranza los buenos y malos momentos pasados a bordo; las tormentas a las que el navío había hecho frente y los días en que la cubierta se llenaba con las espléndidas capturas de la jornada.
Durante más de diez años de tranquilo retiro, el capitán siguió con la costumbre de visitar su barco, cada vez más hundido en el bancal de arena.
Pero un día el capitán Olsen murió. El día de su muerte fue un día tranquilo, en calma, donde el mar restó sin marea ni pleamar. Extrañamente, en ese día con ese mar en tanta calma, el Sea Lion empezó a flotar, saliendo del banco de arena y dirigiéndose hacia la bahía.
Tras tres días de duelo, el capitán fue enterrado en el viejo cementerio de la Isla Bainbridge. Durante la ceremonia del funeral, los asistentes tuvieron una extraña y asombrosa sorpresa. Recortando su perfil en el mar, y en el punto más cercano a la tumba desde el agua, estaba el Sea Lion, como asistiendo al funeral del viejo capitán.
El barco había navegado a la deriva y se había presentado en el momento justo. Tras acabar los oficios, el navío se alejó, y pocos días después fue hallado de nuevo en el bancal de arena, donde había pasado los últimos diez años.

Hasta aquí la historia. Extraña historia.. ¿Hasta que punto los objetos inanimados pueden tener una relación con sus propietarios? Aunque ya se sabe la cantidad de cosas extrañas que existen relacionadas con el mar, esta no deja de ser muy rara. El autor se preguntaba en su obra si los barcos tenían alma. Obviamente eso era una pregunta retórica, pero rara también, porque, que se sepa, los objetos inanimados son eso, objetos sin alma, como bien dice su nombre. Aquí cada uno es libre de dar crédito o no a la historia; como dije antes el autor la presentó como verídica. Pero creo que debemos, al menos, sacar una enseñanza de ella, y es qué, con bondad todos nos respetarán y nos amarán, incluso hasta el más ínfimo de los seres.
Evidentemente esta historia parece más un relato fantasioso que una realidad. Pudiera ser cierta hasta el punto en que el barco se desencalla del bancal, pero que llegara tres días después, justo a los oficios del entierro, me parece forzar mucho y terminar la historia con que el barco se vuelve al bancal donde estaba justo tras acabar el entierro, me parece ya rizar el rizo. Pero bueno, es una historia que no hace daño a nadie y que puede llegar a ser conmovedora.

Está historia la he extraído del libro Horizontes Invisibles de Vincent Gaddis, un delicioso libro sobre misterios y cosas extrañas del mar. El autor a su vez sacó la historia de la revista norteamericana Fate, del número de septiembre de 1952. Cosa que me da que pensar en el origen fantasioso del relato, debido a la temática de la propia publicación.
Pero de todas formas, la historia, verdadera o no, da mucho para reflexionar, ¿o no?
Por cierto, la foto del paisaje pertenece a Point Monroe, en Bainbridge Island.
Propicios días.
Gilgamesh

4 comentarios:

Naida dijo...

Ya de por sí, a mí el mar me da mucho miedo, o más bien diría respeto. Y esta historia me ha puesto la piel de gallina. Claro que ver la foto de Point Monroe me ha hecho ponerme peor...

De todos modos no deja de ser una bonita historia...

Gilgamesh dijo...

Si Naida, es una bonita historia y no es única. Hay otra similar pero que no tiene un final tan "feliz" para el barco, ya que este es abordado por unos remolcadores y llevado al desguace, sin que pudiera llegar a su destino.
De todas formas, si hay algo que tiene el mar es misterio y está lleno de él. Intentaré transcribir algunas historias más de cosas del mar, son realmente interesantes e ...¡inquietantes!.
Un saludo

davesteban dijo...

weon chanta, eres muy mentiroso, jajajajaajaj

Gilgamesh dijo...

davesteban:
No sé que es lo que te hace pensar que estoy mintiendo, puesto que indico de donde he sacado la historia, el libro Horizontes Invisibles de Vicent Gaddis.
Además, yo dudo de la veracidad de ella, aunque el autor del libro la da por verídica. De todas formas no deja de ser una historia sin más, que uno la puede creer o no, pero no por ello se debe descalificar a nadie.
Un saludo.